lunes, marzo 21, 2005


talismán runico de protección divina
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viernes, marzo 18, 2005

de cómo empezó este cuento...

Caballos de arena se fue escribiendo entre 1997 y 2003, es un recorrido que me fue llevando por las calles de buenos aires, por escenas de la vida cotidiana, por los caminos de aprendizaje como las runas o el tarot.
Como en un cuento de Javier Villafañe, estos caballos de arena, un día quisieron ser de verdad...y así fue que la poesía despertó una nueva espiral del laberinto...
vaya una pequeña muestra de este libro para que si sienten ganas lo busquen en la mágica calle corrientes o bien me dejen un comentario, para que se los haga llegar por vía postal.

Piedra rúnica de Drävle, Uppland, Suecia

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jueves, marzo 17, 2005


en el sur con mi viejo
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abrigos

a kuqui negri


sigue lloviendo viejo
pasa el tiempo y todavía no
las palabras no se juntan con tu muerte
mi vida no se junta con tu muerte
no hay caso
vi una granadina en el supermercado
los cigarrillos nevada en un kiosco de uruguay
cosas así
me preocupo especialmente de recordar tu voz
la llevo cerca como un abrigo que pudiese perder
sale tu voz a cubrirme porque es tarde
y estoy con las manos heladas tratando de escribir
desandando la pena
desanudando
desnudando
desnuda
des
o
sed
de vos

las visitas

la casa se aquieta cuando llega la noche
duermen las bicicletas infantiles
una mano secreta le enjuaga la costumbre
termina de pintarse las uñas
juega a que se transforma
pone música se sirve un vaso de licor

nadie va a venir
de llegar
no va a quedarse

termina por si acaso de juntar los juguetes
pasos afuera
suenan golpes en la puerta de al lado

nadie va a venir
de llegar
no va a quedarse

descubre una mancha en el vestido
la heladera retoma su letanía interminable
y ella intuye
algo se quema y no es en la cocina
algo se pudre entre las cuatro paredes de su cuerpo

nadie viene
los pasos se despintan
las cuatro esquinas de la piel
duermen despeinadas

la visita la sed únicamente
y ella se desprende el camisón

nornas

delicadamente se cierran los pétalos de la noche
el mundo late aún bajo la marea del sueño
donde barcos encendidos respiran el sonido del mar
y alguien canta su rostro en el espejo
y otro se mira nacer y otro
estira sus tristezas al sol
hay quienes barren las sombras de un adiós
o esconden debajo de la alfombra un amor sin usar

tres viejas
tejen el momento en que el hilo comenzará a temblar
cede una hebra y uno traga cuarenta pastillas
dos hilos se anudan y
crecen países dulces a la orilla de una cama

yo escribo en la música de una casa dormida
para hilvanar mi nombre

presentación en zárate, cantando con celestina
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arcano 18: la luna
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miércoles, marzo 16, 2005

arcano 18: la luna

atravieso pantanos del barro a la sangre
del río profundo hacia la luz

tumba y útero navego
sombra y plata
bebo heridas en la noche del alma
raspo mis nombres en la vaga telaraña del sueño
gime la loba
un perro manso me lame las llagas
respira el miedo que habito

el embudo del loco en las líneas de la mano
apenas latidos bajo el hielo



nada más profundo que este mar
tiempo ciego tras el caparazón
lo que te pertenece fluye hacia vos
luna de alumbrar
el viaje de regreso

fenrir

fénrir
el lobo con la sangre del cielo
o el animal de gubbio
o el ojo amarillo de gmork

tantos lobos

los lobos de adentro
como la propia piedad
la detestable caridad para sí
los argumentos

de nada sirven las palabras
cuando el lobo
se disfraza de cortés
de buena gente

un beso es un colmillo
con su garra de niebla
te arranca el corazón

tarde o temprano el tiempo pasa
toda intemperie
es cicatriz

isla negra
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futhark

una copa de agua para la cabeza de mimir
la vela azul
no lleves nada de metal
no duermas con el viento norte sobre la frente
ahora sí una a una las letras de tu nombre
escucha a tu sombra antes de hablar
nada se puede hacer
si el fuego se consume

dentro de tu corazón asoma el caballo del día
un río de pájaros despierta
alguien hace música en tu cuerpo
el consejo del oráculo es rad
esta vez el viaje no puede compartirse
no apresures la unión de cielo y tierra

el hijo de is viene detrás
su lanza encendida se desangra
no intentes el poder
la batalla es desapego del mundo
saber que somos aliado y enemigo
que siempre es el principio

la batalla es adentro

muros

todo lo que duele resbala dentro de este blues
bessie va arrastrando ángeles muertos y perros vagabundos
en otro lugar mi hermana con la memoria amordazada
inventa rituales para no sangrar
escapa de los miedos tatuados

no puedo cuidarte de tu sombra
suavizar la crueldad del espejo
puedo estirar mis dedos abrazarte tristezas

sin que la noche sea menos miedo
sin que el miedo sea menos noche

de este lado
las paredes se tambalean

presentación de caballos... en ramos mejía, lore, pol, tuti, mar, nadhyn y valido en acción, el arte de foto es de damián massota
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línea b

vestida de soledad la noche abre sus fauces
mastica lo que queda de vos
lo arroja con furia en las vías del subte

pasó el tiempo
en que quemabas tu voz con preguntas

mirarte en el espejo cada día
es un tibio rencor
la noche vuela en tu cabeza
te pide de lo que no tenés

otra vez el alambre tiembla bajo tus pies
las pesadillas mojan tus sábanas de amar
el público espera el veneno que vendrá a devorarte

otra vez
las migas de tu cuerpo
penden de un solo pie

preferís cualquier cosa
a dejarte caer sobre la red

Ciudad tatuada (prólogo de Jorge Boccanera)

En Caballos de arena, un cuento antiguo cruza la urbe moderna: una mujer con rango de tatuaje se desdibuja y se dibuja en la pizarra de la noche. Su monólogo es la crónica de una orfandad. Una selva de presagios la rodea, y en barajas, runas, y signos cabalísticos, encuentra huellas del acaso.
La soledad es aquí sinónimo de cacería. Desde la ventanilla de un vagón de subte tomado al azar, deletrea grafittis pintarrajeados en la sombra. Busca vestigios de ella misma, señales de una infancia, estelas de un amor. Dice: “corren tras de mí las mujeres que fui/ la niña de los animales de papel,/ la tatuada con las ramas del sol/ la que espía dentro de la música/ la que no abre los ojos porque sabe que no hay ya que mirar/ todo es huir”.
Marisa Negri instala el qué de la errancia en el dónde de la ciudad y el cuando de la noche. Desde unos hierros retorcidos , desde esos paisajes urbanos (así titula uno de sus poemas), lanza sus postales: “apenas unas palabras cosidas a la sombra/ viajes, vinos baratos, pibes tristes/ cruzan tribus de cemento/ por esta música rota”.
La de andar errático entona un largo blues para abrigarse (“hace frío en vos”) ya la música salpica el paso de estos Caballos de arena con textos que semejan letras de rock -como “Maldito sol”-; en el walkman suenan intérpretes varios: El Indio Solari, Caetano Veloso, Alberto Muñoz
La autora empalma imágenes de gran factura sensorial, se percibe una textura, una humedad, un aroma entre susurros y colores. Original es esta voz que cobra espesor entre un expresionismo al uso de Elise Lasker-Schülerel y la textura onírica de Olga Orozco. Escribe Negri: “Respiro viento/ las fieras del circo crujen a mis espaldas/ atravieso pantanos con los puños cerrados/ sangre y flores de sangre/ poemas amarrados con hilo de coser/ agua oscura/ donde flotan mis máscaras”.
Uno de los personajes de este libro, ligado al temor a lo que está al acecho, es la noche. La noche espectral de García Lorca que “abre sus fauces” en un clima de pesadilla. Un sentimiento de desamparo completa la escena: “estamos solos/ arrastrando cadáveres de tiempo”, soledad cazadora, que coloca trampas aquí y allá, que le va pisando los talones a la dicha.
Una suma de embrujo, seducción, encanto, conjuro y sortilegio, acontece en tatuajes grabados en animales de arena y que, con cada ola, se vuelven otros. Todo sucede en la cuerda del sueño; allí las visiones y sus encajes, voces enhebradas que dicen: “la culpa es un ciego animal de costumbre/ una bestia de carga” (...) “los días arrancarán mi nombre/ con la mano de la tristeza/ que es la mano de un dios desconocido” (...) “mi vida no se junta con tu muerte”. Imágenes rotundas que, en pasajes, revelan una unidad contingente, una lucha de contrarios: “saber que somos aliado y enemigo” (...) “tumba y útero navego”.
Desde la pulsión amorosa, una cifra oscura resulta del despojo: “la herida llama a su verdugo”, y otra muy distinta de aquello que es entrega, eros , arrebato: “un instante antes/ de convertirme en tu tatuaje/ molde de tu sed (...) salpico de huracanes los límites del cuerpo” (...) “.... y lo arrullo despacio/ en la selva perdida de tu voz”.
Existe un talismán escondido en un sueño con doble fondo, tras una canción tarareada al descuido, en un arcón de “llaves herrumbradas/ plumas perdidas, muelles rotos”. En un presente de nostalgia, una mujer se desdobla para desorientar al cazador. Sabe que en donde se detengan los pasos, hay que encender un fuego.
Jorge Boccanera

los invito a recorrer parte de caballos de arena
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